Los que quieren leer lo que se me ocurre escribir

lunes, 18 de febrero de 2013

ESTOY TAN AVERGONZADA... TANTO... TANTO ... QUE...


ESTOY TAN AVERGONZADA…TANTO…TANTO… QUE….

Lo sé, lo sé, no tengo perdón, prometí escribir a diario y no lo he hecho. Aunque la verdad es que tratándose de mi, tampoco debería extrañaros tanto. Soy algo inconstante, me disperso fácilmente, y si una no se acuerda de algo, tampoco debe declársele culpable sin más, además… (perdón, perdón… ya me estoy disculpando, es que no puedo evitarlo) Yo me tomé muy en serio la única frase histórica que conseguí aprender: “Contra un ataque lo mejor es empezar defendiéndose” (vale, vale, me la arreglé un poco)
Lo cierto es que, claro en tanto tiempo, han pasado tantas cosas que no he tenido tiempo ni para pensar en que debía escribir. Puede pareceros no creíble pero es el único motivo. A ver cómo lo arreglo, porque ha pasado de todo…
Si no recuerdo mal, lo último que os expliqué es que la abuela se había emperrado en cebar un gorrino y hacer matanza casera. Que el pobre inocente ya estaba en casa y que mi cabeza volvió a sufrir un tremendo descalabro.
Así que de momento sigo con el gorrino “Puerquito” para mí y las gentes de bondadoso corazón.
Mis hermanos y mi padre hicieron lo que pudieron para construir un habitáculo para el animalito, que, yo no vi, hasta pasados unos días, pero dejaba bastante que desear.
Debido al cansancio y a la medicación, el médico del pueblo, el señor regordete simpático, decidió que darme algo para los nervios tampoco iba a serme tan perjudicial. dormí hasta bien entrada la madrugada el sueño más reparador que se pueda imaginar y la verdad me cabreó bastante el despertarme con una gana de hacer “pis” tan grande que tenía que levantarme.
Acostumbrada, casi, a la casa, con los ojos cerrados entre en el cuarto de baño grande, tenía bañera, y la tapa del W.C. estaba acolchadita y suave.
Dediqué mi atención a lo que urgía, con un brazo apoyado en las rodillas y sujetándome la cara con la palma de la mano.
Estaba quedándome casi dormida, cuando ruiditos procedentes de no sabía donde, algo así como un… gñick, gñick… me hizo abrir los ojos como platos. No soy miedosa, lo mío es precaución, pero aguanté la respiración – así oigo mejor – y presté atención.
No podía definir de donde salía el ruidito, pero cada ver era más cercano.
Acabada mi urgencia, procedí a las medidas higiénicas de rigor y a la inspección  del cuarto de baño. Al fin después de poner “orejilla fina” en todos sitios, deduje que el sonido procedía de la bañera.
Hay momentos en mi vida que ni yo misma alcanzo a comprender en los que me nace una valentía que no tengo ni idea de donde sale,
Salió ese valor y en un arranque, abrí la mampara de la bañera. Tal cosa no hiciera en la vida. Dentro de ella de un tamaño casi increíble, había un sonrosado animalito que hacía gñick… gñick…
Ignorante del todo de que bicho se trataba, aparte de que olía algo mal, pero mofeta no era, porque en Bambi era negra y blanca y aquello era  rosado, creí que por fin mi padre se había decidido a comprarme un mastín del Pirineo, recién nacido de ahí su carencia de pelo.
Me falto tiempo para engancharlo para abrazarlo y acariciarlo. Ya me pareció que tenía la boca rara pero… lo acerqué a mi mejilla y… y… me mordió en una oreja!!!!!!!!! emitiendo un largo chillido yo y él su alfeñique gñick…gñick…
Lo solté sin miramientos sin dejar de chillar.. Bueno el resto es fácil de imaginar tanto chillido mío hizo subir el volumen del gñick… de.. de… aquello.
El resto es fácil de imaginar, bueno igual no, porque la que menos podía correr fue la que llegó antes, mamá claro, luego la abuela y detrás los valientes caballeros de la casa.
Se ve que … la cosa… había hecho que mi oreja sangrara, cosa que llevó a mi madre a emitir unos ruidos de lo más semejante a una ambulancia que he oído jamás. La abuela que iba detrás de ella, medio dormida, por puro instinto e imitándola, empezó a aullar también.
Los caballeros agolpados, sin entrar, en la puerta, por no ser menos, imitaron a las damas. Y el pobre animal estrellado en el suelo, sacando toda su potencia de voz, se animó a “gñickear” más fuerte.
Yo temblaba de pies a cabeza, la oreja me dolía cada vez más y al ver en el espejo que la sangre llegaba a mi pijama, gracias a mamá que entre su panza y sus brazos me sujetó fuertemente contra el lavabo, no di con mis huesos en el suelo.
Pasaron horas, según yo, segundos según todos los demás. Entre
ellos la vecina, como no, que para mí que dormía en la otra cama de la habitación de la abuela, se tenían unos secretos que no me gustaban nada. Las dos mantenían la absurda postura de que el pueblo nunca, pero nunca, se habían cerrado las puertas de las casas con llave, y sus casas no iban a ser las primeras.
Absurdo. Quedarse así de desprotegido, podía entrar cualquier cosa, desde un ladrón a un animal furioso. Porque a aquellas alturas ya tenía claro que aquello un mastín del Pirineo no era.
Allí estaba yo a punto de morir desangrada porque un bicho feroz había entrado en casa… Aunque me intrigaba como podía haber cerrado la mampara…
De repente y sin previo aviso, siempre le entraba hipo antes, mamá se echó a llorar. Mucho caso no le hicimos, la verdad, nos tenía tan acostumbrados últimamente a sus cambios de humor…
Cuando pudo hablar, le dijo a mi padre:
- Mira Rufi, esto no puede, ser, ni lo de vivir en el pueblo ni lo de este pobre gorrino.
Ahí sí, ahí sí que estallé:
- GORRINO, eso es un GORRINO!!!!!!, embusteros, mentirosos, eso no puede ser un gorrino, si no le cabe ni media docena de chorizos, como va a serlo, ni tiene jamones, ni butifarras, ni nada, seguro que es un animal venenoso y no queréis decírmelo para que no me de cuenta y me muera sin enterarme.
En medio de tanto alboroto, vi una cara verde oliva con una especie de toalla envuelta a la cabeza, y lo comprendí todo. Era el efecto del veneno, pues como era un alucinación la enganché por el cuello y me líe a tortazos… que si no me la quitan no lo cuentan, era la vecina….
Reaccionando de nuevo,  me encaré a la familia, y les exigí explicaciones.
Con voz, que me irritó un montón, mi abuela me dijo:
- Es el gorrinico que han ido a buscar tu padre y tus hermanos pero como son unos manazas no han acabado el corralito, y fue el mejor sitio que se nos ocurrió para que pasara la noche.
La mujer seguía insistiendo en que “aquello” era un gorrino. Le pregunté:
- Pero abuela por dios, de donde va a sacar usted jamones y chorizos de eso? (No había visto un cerdo en toda mi vida)
- Porque ahora hay que engordarlo y hacerlo crecer, para en diciembre matarlo y hacer los chorizos y todo …
No la dejé acabar,
-ASESINA!!! Cómo es usted capaz de criar a un animal para luego matarlo. A “Puerquito” no lo toca nadie, antes me matáis a mi (mentira descarada).
Se lió otra buena tanda de gritos y despropósitos. De la calle entraba una luz como si fuera de día. Todos los vecinos estaban mirando por las ventanas, y a lo descarado, con todas las luces encendidas.
Otra vez, sin previo aviso, mi madre, no, no se echó a llorar, pero gritando más y mejor que nadie, sentenció:
- BASTA!!!!!!!!!!!! Se acabó. el gorrino, la matanza, la estancia en el
pueblo y todos estos lios. Sentándose en el suelo y esta vez ya llorando, siguió:
-No puedo más. Quiero irme a casa, a “mi” casa en la ciudad. Quiero que la hija que ya tengo no se vuelva más loca de lo que ya está (intenté protestar pero el agudo dedo de la dedo de la abuela en mi costillar me silenció de dolor); quiero que la hija que va a nacer lo haga en un Hospital cerca de casa, sin tener que ensayar cada dos ó tres días el tiempo que tardaríamos en llegar a Toledo, No quiero ver una matanza. No tengo por qué. Nunca he visto ninguna y no veo la necesidad reempezar ahora. Rufina si usted se quiere quedar, es su vida, haga lo que quiera, pero yo en
Navidad quiero estar en mi casa, con mis cosas, con las cosas de la niña compradas con amor y tiempo entre Violeta Davinia (nunca lo sabréis) y yo, sin prisas, con todas las comodidades del mundo y… QUE ESTOY DEL PUEBLO HASTA LAS NARICES, nadie es feliz, todos discutimos y o se viene alguien conmigo o me voy sola.
Me faltó tiempo para abalanzarme sobre ella y decirle que yo siempre estaría de su lado.
Se giró hacia mi con una sonrisa que se le congelo al tiempo que grutaba:
- RAPIDO, HAY QUE LLEVAR A LA NIÑA AL HOSPITAL, A QUE LE CUREN LA HERIDA Y LA VACUNEN CONTRA EL TETANO, QUE LE TOCA ESTE AÑO, NO VAYA A COGER UNA
INFECCION… (se me fue la luz de los ojos)
Lo último que recuerdo es estar comiendo una piruleta acostada
en la cama de mamá, mientras ella me miraba sonriente…

                                                            continuará…

martes, 23 de octubre de 2012

ABUELA RUFINA “AD GRADI” GORRINO ANTÓN


Después de mucho pensarlo, y dado que lo más importante, la aceptación por mi parte de mi “hermanita” y de que quedara clarito que mi “mama”, siempre será mi “mama”. He llegado a la conclusión de que igual ganábamos tiempo (dinero no), si sólo os explicaba las cosas más relevantes que sucedieron hasta llegar a estas fechas en las que, dicha sea la verdad, andamos todos de un nervioso, que ni ayudar a la abuela a enfilar agujas podemos,
Basta que mamá diga; “Ah” para que mi hermano Wifredo salga corriendo hacia el coche, Edgar, salga detrás de él con las llaves en la mano, mi padre, (aún no hemos descubierto el por que) empiece a dar vueltas como un desesperado alrededor de la mesa, la abuela saque el rosario (de lo que sea que haya entre su bata y su espalda) empezando a rezar a todos los santos. mi madre se parta de risa y yo (tampoco nadie sabe por que) me parta también, pero de llanto.
Pues eso, a lo que iba. Correrían las medianías del mes de agosto, un día de calor asfixiante fuera de casa, ( a ver, seamos realistas Consuegra está en Toledo y Toledo está…) pues eso, dentro teníamos aire acondicionado hasta en el baño. Un día a mamá le dio un mareo al ducharse, (casi se cae), y al día siguiente mi padre trajo al desconcertado señor que instaló el aire para que pusiera un aparato en los dos cuartos de baño. Nadie puso objeción alguna.
Por donde iba, es que empiezo, me lío, me pierdo, y … vosotros no sois de gran ayuda la verdad….Ah si!
Pues eso, estábamos comiendo tan fresquitos cuando la abuela soltó:
- Rufinico, hijo (desde que estábamos en él pueblo, ella había hecho un cambio para lo raro que nos tenía a todos en vilo) Se acerca el mes de septiembre, así que ya va siendo hora, de que tú y esos haraganes que tienes por hijos, os pongáis manos a la obra y empecéis a hacer el “corralillo”.
Estupefactos, todos, hasta mi madre, y eso que ella después de tantos años ya no se asombraba con nada de lo que dijera la abuela, la verdad es que en vez de suegra y nuera, parecían madre e hija.
Se querían mucho y se entendían perfectamente. Mamá ya no tenía madre y desde que le faltó se apoyó mucho en la abuela, que la verdad, la trataba mejor que a su propio hijo.
Mi padre, tragándose sin masticar, el trozo de pescado que se acababa de meter en la boca, farfulló, algo así:
- ¿Quéhhhrnnnn dice usted madre?
Ella lo miró, mira, lo miró de una manera que si llega a mirarme a mí así, en el sitio me quedo.
-. Rufinico, hijo (véis estaba rara, rara) que pareces tonto! Cual va a ser? El de la matanza. El que tenéis que ir a recoger a Ca el
Tio Ambrosio, que le ha criao la gorrina, y ya está destetando a los gorrinicos. Ya está pagado y todo. Así que daos prisa y acabar de comer que hay que hacer el corrallillo en la parte de atrás, para poder traerlo y cebarlo yo a mi manera, que a saber lo que les dará él.
Ahora, pero ahora, sé que debería haber callado, pero no pude y pregunté:
- Abuela ¿Para que quiere cebar un gorrinico?
Aquí sí, aquí la mirada fue tan fulminante, que me pude colorada hasta por debajo de la ropa, y creo que hasta mengüé unos centímetros y todo.
- Serás tonta. “Paengodalo” así lo dijo todo junto.
Yo, que a veces a torpe no me gana nadie, seguí
- Ya, pero ¿para qué?
Otra vez, pero peor, si con ésta no me quedaba claro, por éstas, que ya no preguntaba más.
- Pues pa que esté bien gordo y hermoso pa la matanza.
No cayó ningun rayo ni se abrió la tierra y nos tragó pero para el caso, hubiera sido igual. A todos se nos quedó grabada una sola palabra “MATANZA”
Mi madre, que desde su embarazo era la única que podía decir todo lo que le daba la gana, sin que la abuela ni tan siquiera se mosquease, con la voz más dulce que pudo, le dijo:
- Madre, perdone, pero igual usted piensa que ya nos lo había contado, y no ha sido así, y nos ha cogido a todos por sorpresa.
Explíquenos poco a poco todo ese lío del “corralillo”, la matanza ….
La abuela Rufina, “”””S O N R I E N D O””””, le cogió la mano y le dijo.
- Pues igual tienes razón hija. Mira aquí en el pueblo se sigue haciendo la matanza. No, como antes, que matábamos nosotros mismos al cerdo  (suspiro generalizado), ahora viene el matarife (aguante de la respiración) y el veterinario, lo matan y analizan a ver si está bueno para comer y ale, a aviar las carnes del gorrino.
Aquí yo ya solté el aire, me estaba ahogando, el pescado daba vueltas en mi estómago como la lavadora cuando centrifuga la ropa. La cabeza no la notaba yo muy fina.
Mi madre me miró de reojo lanzó una mirada a mi hermano favorito que enseguida se acercó a mí por si me iba.
Pero no, no me fui, aquélla vez me tocó la versión completa.
- Y yo,  - siguió la abuela – he pensao que nos iba a venir muy bien tener buena carne y buenos embutidos para cuando amamantes a la cría.,
Aquella extraña mezcla de gorrino, corralillo, amamantar gorrinos, y amamantar a mi hermana fue superior a mí. Me levanté y amenazando a la abuela con la cuchara, fue lo primero que tenía a mano, le dije:
- A mi hermana no le das chorizo ni la mezclas con los gorrinos ni la vas a meter en ningun corralillo. ¿Está claro?
Dadas las incongruencias que solté seguidas, se ve que se asustaron todos algo, pero es que me hervía la cabeza… Entendedlo, yo no había visto un gorrino vivo en mi vida y la idea de tener uno en la parte de atrás de la casa, y de…. todo lo demás que dijo la abuela se me armó un barullo en las entendederas que me hizo perder el tino.
Me miró como si la extraña fuera yo, YO, no ella.
Soltó un:
- Sabrás tú (como los de antes)
Ignorándome, se volvió a mi padres y sus dos vástagos, metiéndoles prisa para que acabaran de comer y empezaran a trabajar y, a mí me dijo, a mí ¿eh? A MI…
- Violeta Davinia (nunca lo sabréis) aligera que tú te vienes conmigo a buscar el gorrinico, mientras tu madre descansa…
Entonces, sí…, entonces perdí el mundo, la abuela, ,mi padre, mis hermanos, mi mama y su panza, de vista y caí redonda al suelo.
De aquel día solo recuerdo muchos golpes, unos horribles chillidos, un vocerío de la abuela constante,y un terrible dolor de cabeza y una cosa muy rara. La voz de mi madre diciendo:
- Rufi, cariño (mi padre), tenemos que pensar en cambiar de sitio
la mesa de la cocina y la mesa también, porque con la punta casi se deja las costillas y hoy con el mármol… mira que brecha, siete puntos le han puesto a la pobre…!
La pobre era yo… volví a irme….

domingo, 21 de octubre de 2012

LO QUE IBA A VENIR ERA… UNA NIÑA!!!!!!!!!!


Todo iba a las mil maravillas, hasta que me percaté que, aunque uno no quiera, el tiempo pasa igual. Cosa que me sentó fatal, máxime si se tiene en cuenta que la que me lo recordó fue, Aurorita, que, respecto a esa regordeta señora ya no sé si es que es la visita perpetúa, o directamente, ya vive con nosotros. Siempre está en casa.
Me lo soltó por la mañana temprano. Porque otra de las bondades de la señora, era ésa, la de a las 9 en punto presentarse en nuestra casa, ella decía que para ayudar, (para controlar mantenía yo), toda emperifollada, peinada, vestida, y con la cara profusamente decorada, ella lo llamaba maquillaje.
Total que aquel día, miércoles era, me sumí en la más profunda de las depresiones desde bien temprano.
Reposando en mi sofá, en ángulo recto, respecto al que ocupaba mi madre, oía sus suaves ronquidos, prueba de que además de una “panza ambulante” se había convertido en una auténtica marmota, dormía casi más que yo y eso es mucho dormir aquí y en cualquier otro país civilizado.
Me giré un poco para verla mejor. Realmente era una señora “mayor” muy guapa. Tenía las cejas perfectas, unos preciosos ojos de color Carmelo, la piel clara, y una sonrisa, por favor, años llevaba yo durmiéndome con el recuerdo de aquella sonrisa.
Me enterneció. Si, ¿qué queréis? En el fondo era mi madre y el cariño y la complicidad que habíamos tenido había sido mucha.
Al mismo tiempo que los recuerdos se amontonaban en mi memoria, las lágrimas empezaban a salir de mis ojos.
Sólo recordar lo que había llegado a hacer por mí en el transcurso del último año había motivos más que suficientes para hacerle un estatua.
Sentí como un calorcillo interno y algo se me empezó a ablandar por dentro. Me di la vuelta completamente para quedar de cara a ella y verla mejor.
No, realmente, no es que fuera guapa, pero para mí la verdad es que había sido la mejor madre del mundo.
Recuerdo el día que salimos de compras. Hasta lo del accidente nos lo pasamos francamente bien.
La verdad, es que si, por mi parte, le ponía algo de voluntad, normalmente siempre me lo pasaba bien con ella.
Era la única que sin verme, sólo con oír mi respiración al otro lado del teléfono ya sabía si me pasaba algo o no. Siempre encontraba las palabras justas para ayudarme y, lo más difícil, a veces, casi sin decirlas.
Ya abandonada por completo al sentimentalismo, pensé que en cuanto despertara se lo diría, y también que la perdonaba por “esas cosas que hacía con mi padre y su resultado”. Bien mirado, al fin y al cabo era su marido, mejor que “lo que iba a venir” fuera de su marido y no de otro, pensé.
En estas estaba cuando, de golpe, y dándome un susto de muerte, dicho sea de paso (en aquella familia la tranquilidad era algo desconocido, inusual y muy, muy raro), mi madre saltó literalmente en el aire, toda ella, estirada, en plano, así, PUMBA! para arriba, al mismo tiempo que emitía un, no sé como definirlo, pero que sonaba más o menos así: WWWWWWWWWWWWIIIIIIIIIIIIIIJJJJJJJJJJJJAAAAAAAAAAYYYYYYYYYYYIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
y dando un salto en el aire como los gatos, cayó, panza abajo, dándose tremendo golpe contra el suelo del salón.
Entre el grito, el golpe y mis aullidos pidiendo auxilio, en un momento había más gente en el salón que en el Metro en hora punta.
Yo estaba sentada en el sofá, había intentado correr a salvar a mamá, pero un tremendo dolor en el costado me impidió moverme.
Todos nos llevamos un susto de muerte. D. Guillermo llegó enseguida, era increíble lo rápido que podía ser aquel hombre tan gordito.
La atendió la ausculto, mamá estaba despierta, asustada, temblorosa y decía que le dolía la tripa. Así que el médico llamó a
una ambulancia para que la llevaran al Hospital a Toledo.
Mi padre, que la verdad, razón tenía la abuela, cuando lo mandó corriendo a ducharse, iba lleno de tierra de arriba abajo. Estaba “trabajando” en el huerto, pero tal y como lo veía yo, poca producción íbamos a tener si toda la tierra se la echaba él por encima, lloraba como un niño pequeño. Aquello me impresionó.
Fue el día más largo de mi vida. Pasaron horas y horas sin que nadie llamara, bueno, yo no dejé de llamar a mi padre cada 5 minutos, aunque él cerró el móvil.
Mis hermanos, el que antes ya trabajaba y el que no, que tampoco
se limitaba a echarse algo de tierra encima y a mirar lo que hacían los otros dirigidos por la abuela.
Al final, ya oscurecido, aparecieron por la puerta mis padres, seguidos de muy cerca por la abuela, ella, la muy…. había estado en contacto permanente con su hijo, mi padre, desde su móvil, porque sí mi abuela tenía un snartphone!!!!!!!!!!!!!!!
Venían con cara de cansancio, pero sonrientes, lo que nos pareció a todos un buen augurio.
No es que a mí me preocupara el renacuajo que llevaba en la panza ni nada de eso, pero al ver sonreír a mi madre, se me pasó el dolor de costillas casi del todo.
Detrás de ellos venía D. Guillermo, que, una de tres, o se pasaba de servicial, vivíamos en un pueblo de gente muy sana, o directamente quería arruinarnos con sus minutas.
Todos empezamos a hablar de golpe, hasta que, como siempre, la abuela empezó a mandar:
- Callarse todos. Que así no hay manera de enterarse de nada.
Razón tenía, pero nos costaba tanto dárselo, rezongamos un poco, muy poco, y guardamos absoluto silencio.
D. Guillermo nos dijo que mamá estaba muy bien, pero como estaba dentro de la edad de alto riesgo en embarazos, tenía que seguir guardando reposo y llevando una vida muy tranquila, que el bebé (entonces dijo una cosa muy rara, creo que enloqueció) lo habían estado viendo todo el día (¡¡¡¡!!!!) estaba perfectamente.
Se ve que mi cara era el fiel reflejo de mi asombro, porque sonriendo se dirigió hacia mí y me dijo que lo habían visto a través de la máquina de ecografías, que era como una tele, pero con interferencias, y que estaba creciendo bien y parecía feliz.
Aquí, no sé que me pasó, pero me eché a llorar desconsoladamente. Antes de que nadie reaccionara ya estaba mi madre abrazándome (mamá es así), me acariciaba el pelo, y me decía, “shsss…, shsss…, shsss…, tranquila cariño, todo está bien el bebé y yo” (Todos sabían que a mi no me importaba el sexo ni nada que tuviera que ver con el o la intruso/a). O sea que la más sorprendida fui yo, cuando me oí decir:
- Mamá, ¿qué es? ¿niño o niña?
Ella me sonrió con esa sonrisa que sólo ella sabe darme que me relaja y que me da fuerza y bajito me dijo “niña”,
Llegado este punto mis sollozos eran auténticos berreos eran de ciervo en celo, cuando ella hundiéndome más en la miseria, me pregunto:
- Bueno, ella no va a tener ninguna hermana más que tú, así que debo preguntarte una cosa ¿puedo?
Asentí sorbiéndome los mocos, dispuesta de antemano a decirle que sí a lo que fuera. La pregunta fue:
- ¿Quieres ser tú su madrina? Y escoger su nombre. A ver si por fin conseguimos tener a alguien con un nombre normal en la familia.
Me abracé tan fuerte como pude a su cuello, la verdad es que el costado me dolía mucho, asintiendo de todo corazón.
D.Guillermo se acercó a mí estetoscopio en ristre, interrumpiendo el llanto comunitario que se había apoderado de toda la familia.
Le miré asombrada y más me quedé cuando dijo:
- Tu madre me ha dicho que te has asustado mucho cuando se cayó y que cree que te has hecho daño en la fisura.
Así que era cierto, tenía una fisura de verdad. ¿Os lo podéis creer? y yo pensando que me dolía de tanto estar del mismo lado.
Y mi madre ¿cómo pudo fijarse en mí? Fueron demasiadas cosas para mi cabeza e hice lo de siempre, me fui. Es decir, me desmayé.
Cuando desperté, mi madre estaba sentada en el sofá junto a mí, y notaba algo que me oprimía el tórax.
Antes de que pudiera tocarme me dijo que me habían apretado el vendaje, y que si en una semana más no mejoraba, me tendrían que llevar a Toledo.
No podía hablar, estaba emocionada, mi mamá aún me quería, aún se preocupaba por mí… y entonces el pensamiento más tonto y más real de toda la vida pasó por mi mente…. “Es que madre no hay más que una”.
Obediente abrí la boca, mientras mamá me daba a cucharadas un tazón de caldo (mejunje que me era particularmente asqueroso) pero que aquel día me supo a gloria.

jueves, 18 de octubre de 2012

NOTA ACLARATORIA!!!!!



A ver, que es que sois unos suspicaces que, la verdad, no sé ni para que os cuento nada.
A fin y efecto de darle la máxima vigencia y actualidad a lo que estos días os vengo contando hasta que nos pongamos al día, he procedido a hacer un “grandioso, enorme, portentoso” esfuerzo e intentado revivir el pasado, pero como si fuera presente, y la verdad con lo a gusto y tranquila poniendo que había pasado de todo y malo, me hubiera quedado tan ancha. Pero una, que sin querer os ha cogido apego, pues ha querido explicároslo bien, como pasó, al máximo detalle, día a día, y claaaaaaaaaaaaaaro, los sabihondos de turno han tenido que quejarse.
Que si era imposible que me acordara de todo… que no podía ser que tuviera presente hasta el más pequeño detalle… en fin…. ¡quejitas! eso es lo que son “algunos”,
Pues no me calentéis que tal y como van las cosas por este lugar en medio de la nada, la señora de la “Gran Panza Ambulante”, los tres “nuevos labradores de la historia de los tiempos modernos”
(juas, juas, juas) los tremendos alaridos que suelta por todo y por nada la abuela Rufina, y las inesperadas, fuera de lugar, alocadas, chafarderas e inagotables intromisiones de Aurorita, las visitas de D. Guillermo y la no pedida pero siempre dada asistencia espiritual de D. Julián, no tengo yo el cuerpo para que me vengáis con muchas tonterías. Así que “cuidadín” que a las primeras de cambio os avío un resumen general y ya os apañaréis.
Bueno, hoy ha tocado visita médica de señora de la “Gran Panza Ambulante”, moverla es toda una hazaña. Hacerla entrar y salir de mi coche, no es tan malo, porque costar cuesta, pero mi medio kilo lo pierdo en cada operación la de “·encochar” y “desencochar”
y estoy cansada, así, que una vez AVISADOS TODOS, mañana seguiremos con el fiel relato de lo acontecido en este último mes y medio.
Qué siiiiiiiiiiiiiiiiiii abuela que ya voooooooooooooooooyyyyyyyyyyyyy.
Es que hasta para que te den algo para cenar hay que contestar a  gritos. Suerte tienen de mí que soy una bendita de dios que si les llega a tocar en suerte una de ésas que sólo piensan en ellas….SIIIIIIIIIIIIIIIIII, VOOOOOOOOOOOOYYYYYYYYYYY…

miércoles, 17 de octubre de 2012

HERIDASDE GUERRA !!!!!!!!!!!!!


Bueno, bueno y bueeeeeeeno… Lo que llegó a soltar por aquella  boca llena de dientes postizos la abuela, ni en los mejores tiempos de la dictadura ningún político de la época  se hubiera atrevido a decir.
Sacó unas hojas, como por arte de magia, que ya me gustaría a mi ver que hacía Einstein con ellas, si un helicóptero o una manzana glaseada.
Ella argumentó que estaba muy claro, que sus ¿dibujos, rayas, flechas, garabatos – letras – sabe bios? estaban clarísimos, pero claro como éramos una familia de zopencos, tontos e inútiles, y ella ya se había imaginado que no entenderíamos nada, pues había hecho listas individuales para cada uno de nosotros, con “nuestras tareas diarias”
¡Qué cara tenía la vieja! ¡Trabajos forzados eran aquello! Sólo os diré que teníamos marcado el horario hasta para ir al WC!!!!!!!
Miré la mía por encima y cuando se me pasó el mareo, dije que ¡nanay! que en cuanto abrieran la piscina del pueblo, una servidora iba a espatarrarse al sol y hasta que no tuviera la piel como un zulú no pensaba hacer otra cosa que nadar, comer y dormir.
Dios!!!!!!!!!!! Aún me duele ahora la colleja que me atizó. No la ví venir, estaba intentando recoger todas las miguitas de una bolsa de cheetos, y me dio tan fuerte que di con la nariz contra la mesa, provocándome una “HEMORRAGIA NASAL”
Naturalmente, ante aquella sangría y viéndome en peligro de muerte, empecé a saltar, gritando y poniendo la impoluta cocina como un auténtico matadero.
Enloquecí algo, la sangre siempre me ha dado mucho respeto. Empezamos una carrera idiota alrededor de la mesa de la cocina, y digo idiota, porque si en vez de seguirme, se hubieran interpuesto en mi camino, seguro que, entre los cuatro, me hubieran frenado (y luego la abuela dice que la única que piensa es ella).
Frené en seco, ante la aparición en la puerta de la cocina de la mujer de la panza ambulante, que con ojos llenos de lágrimas, unas ojeras que daban ripio, tendía sus brazos hacia mí, diciendo:
- Hija, hija querida (un mosqueo llevaba yo con lo de tanta hija y tanto querida). Dime, dime qué te han hecho, quién ha sido…quién?.
Los que me seguían arremetieron contra mi espalda y no tumbamos a la señora de puro milagro, porque hice acopia de toda mi fuerza, en el fondo no quería hacerle daño, ni que le pasara nada, hacía el puchero muchísimo más bueno que la abuela!
Al detenerme incliné la cabeza y me vi todo el camisón manchado de sangre, eso ya me provocó un ligero vahído, pero cuando volví a levantar la cabeza y vi toda la que estaba esparcida por la cocina, perdí los papeles y el conocimiento.
No sé cuanto tiempo pasó, pero un olor asqueroso me hizo dar un respingo y lo que vi al abrir los ojos, hizo que creyera firmemente que me había muerto y que, contra todo pronóstico, estaba en el infierno.
Un ser extraño que olía raro y que tenía como trozos de enchufes en la cabeza se empeñaba en hacerme oler, ni quiero saber el qué , que tenía en un frasco sujeto por unas larguísimas y cuvrvadas  uñas de color granate oscuro, lo que me confirmó que era la Sra. Demonio. Luego supe que era Aurorita la vecina.
Poco a poco se hizo la luz en mí, pero junto con ella, llegaron los dolores, el peor, el de la colleja de la abuela, el otro, el otro era como una pequeña molestia en el costado derecho a la altura de las costillas.
Mi mente, que, a veces es muy rápida, enseguida vio el filón, y sin pensarlo dos veces empecé a aullar que me había roto una costilla.
Luego me supo mal, la señora embarazada se desmayó. Pobre, blanca como la cera. Me asustó y todo. Así que para que no me riñeran decidí desmayarme yo también. Otra vez.
Pero claro, como ya estaba en el sofá, me limité a soltar un suspiro, cerrar los ojos y dejé caer la cabeza como si no pudiera con ella, pero hacia el lado de los cojines. Desmayada y herida puede, pero tonta no.
No sé lo que pasó de vista, porque claro, si abría los ojos se descubría el pastel, pero se oían muchas veces, entre ellas, la de mi abuela que gritaba:
. A la Violeta Davinia (nunca lo sabréis) que no la toque nadie que voy a reanimarlo yo ahora mismo de un sopapo.
Ante tal eventualidad, mi desmayo se hizo tan profundo, que mi hermano Wifredo (el parao) que por eso era el más listo, vivía sin trabajar, tuvo que fingir una repentina tos para tapar mis ronquidos. Sí señores, me dormí. Como un tronco. Le debo una ronda de birras de un sábado que libremos, porque el muchacho se portó.
No dejó que nadie se acercara a mí, que cuidaran de mi madre, que él se ocupaba de mí, Ni un pelo de tonto tiene.
Me agitó suavemente cuando entró D. Guillermo el médico del pueblo, que, COMO ES NATURAL, primero atendió a la gestante.
Dijo que su estado era bueno y…. no escuché más. Luego vino hacia mí,
Señor! Que hombre! Era como una bola de billar, redondo, lo miraras por el lado que fuera, por arriba y por abajo, todo él una bolita. Sus dedos eran salchichitas gorditas.
Me preguntó que si había tenido un aborto????????????????? Aquí me lancé a su cuello con las dos manos y a punto estuvo él animal de no contarlo. Mis dos hermanos se pusieron uno a cada lado de él, haciendo como un caminito, pero para protegerle.
Claro al ver toda la sangre, que no me debía quedar ni gota en el cuerpo, en el camisón, mi madre, ¡¡¡¡con su edad!!!! y en aquel estado pues él pensó…
Aclarados los puntos oscuros por parte de la abuela, que sólo me miró una vez, pero que mirada, me congeló la poca sangre que me quedaba en el cuerpo.
Le dije lo de la colleja a propósito, a ver si la denunciaba o algo, pero no, dijo que eran chiquilladas. ¿¿¿¿chiquilladas???? Si casi me separa la cabeza del tronco!!!!!!!!!!!!!!!! y también el tremendo dolor en el lado.
Lo cierto es que sí que cada vez me dolía más. Empezó, según él a reconocerme, a meterme mano, según yo, y al final, ¡oye! que me cayó bien el abuelote,dijo, con esa bendita sabiduría pueblerina, que al caerme seguro que me había dado contra algo.
Ya iba yo a negarlo, cuando el hijo de mi abuela, el Rufino dijo que sí, que me di contra la punta de la mesa.
Pues ¡ale! ya está, Ni radiografías ni rayo que mal te parte, fisura en las costillas y entonces dijo la cosa más dulce que se puede oir en labios de un hombre:
- 15 DIAS DE REPOSO ABSOLUTO, LIGERO VENDAJE Y QUE NO HAGA NINGUN ESFUERZO.
Se me saltaron las lágrimas de los ojos de la alegría, quería besarle y todo, pero Wifredo, me paró, dijo que no diera pistas raras.
Pues nada, aquí estamos, la señora embarazada en un sofá y yo en otro.
No sé como la familia lo aguanta, no por mí, que sólo pido lo que necesito pero la señora es una quejica!!!!!!!!!!!! Todo el día que si trae… que si dame… momento que aprovecho yo para decir… al mismo tiempo podrías…
Ja!!!!!!!!!!!!!!! Como una reina llevo una semana así. Escribo de madrugada, están todos tan agotados     que no se enteran y a la señora embarazada le he puesto unos hilos colgando del techo, por si al ver la luz, como tampoco duerme, le da por venir a verme, para que piense que son arañas y no siga adelante.
En fin amigos, que me queda otra semana de buena vida. Se ve que limpiar la cocina de sangre fue una lucha draconiana, Jujujujujujuuuuuuuu…! Shssssss. .. (oigo pasos… hasta mañana…)

martes, 16 de octubre de 2012

AQUÍ ME TENEIS…CUMPLIENDO MI PROMESA.



Hola chicos!!! Aquí estoy de nuevo, fiel a lo que os prometí, voy a intentar poneros al corriente de la vid…, no del kaos, en el que estamos inmersos toda la familia, que ya respira por sí misma, como el/la (no he querido saber el sexo) lo hace a través de un cordón que va unido al ombligo de la portadora. Ufffff!!! sólo pensarlo me da escalofríos…
Después de mi larga siesta, si, he dicho siesta. Me dormí al terminar de comer y a eso, de toda la vida, se le ha llamado siesta. Cuando conseguí reunir fuerzas suficientes salí de mi habitación.
Fue como si las hadas hubieran pasado por la casa. Todo estaba en perfecto orden. Cada cosa en su sitio, limpia y reluciente. Un orden que daba miedo. Asombrada me dirigí hacia donde mi estómago me guiaba, es decir, la cocina y allí… allí era otro mundo.
Mis hermanos, Wifredo, el listo, el que no había dado palo al agua en su vida, y Edgard, el que sí había hecho ver que trabajaba, pero por lo que ganaba nadie se lo acababa de creer., Rufino,. el padre de ellos y mío también, pero al que, y desde que me enteré de lo que hacía con Eudosia, su mujer y mi madre, en la cama cuando “todos” creíamos que dormían, decidí llamar por su nombre y apear el papá, estaban sentados en la mesa de la cocina, por cierto más maja estaba. Claro todo era nuevo. Tenían unas ojeras, barbas y en conjunto unas caras de estar hechos polvo que tiraba para atrás.
En silencio, me senté con ellos, y así como al disimule, alargué las manos hacia un plato lleno de magdalenas, cogí una…  y justo cuando iba a hincarle el diente, uno de mis hermanos, el listo, no pudo aguantar y se le escapó una risilla.
Llamadme suspicaz, pero me mosqueó. Los miré de uno en uno y los tres evitaron mi mirada.
Pensé que era normal en una familia de locos y sin mirarles de nuevo tenía ya media magdalena en la boca, cuando un espantoso alarido me puso los pelos de punta y paralizó mis glándulas salivares.
Realmente asustada me giré para ver a una mujer panzuda, despeinada, con ojos de loca, una especie de camisón que le apretaba el abdomen, haciendo más visible su prominente panza, que se abalanzó hacia mí al grito de:
- No, hija querida, no lo hagas. Te quiero demasiado.
El asombro me dejó muda, cosa muy, muy rara. Tragué saliva, me enfrenté al miedo y con un gesto altivo (que mis hermanos dicen parecía de gata despellejada) contesté:
- ¿Por qué? Es que ahora vamos a probar de si somos capaces de sobrevivir sin comer, para salir más baratos y tener más dinero para… eso que llevas ahí dentro…
La mujer estalló en unos sollozos, unos sollozos que hacían temblar las paredes de la casa.
Decididamente pensé, jamás tendré hijos, mira en lo que se ha convertido la mujer más fuerte de la tierra. A mí, eso, no me iba a pasar JAMAS!!!!
Como siempre la que aclaró las cosas fue la abuela, que apareció detrás de la lloriqueante embarazada, eso sí, dando órdenes y mandándola a su habitación y me explicó el asunto.
Resulta que como la “señora de avanzado estado de gestación” cuatro meses y 11 días, lo sé porque los tachaba en un calendario, que también había sido trasladado de la cocina de la ciudad a la del pueblo, el día anterior se lo pasó tumbada en el sofá, sin dormir ni nada, como yo, que lo mío era puro cansancio, lo de ella a saber lo que era, esa mañana, en un ataque de remordimiento, ayudado por no poder dormir de noche, había decidido hacernos el desayuno a todos a lo grande y bonito
Grande sí que era el plato de magdalenas, bonito, pues la verdad, las magdalenas son magdalenas, ni feas ni bonitas, se comen y punto.
Pero, siempre hay un pero, como estaba algo (¿algo?) ida últimamente, en vez de azúcar les había puesto sal. Consiguiendo con ello que los tres hombres sentados a la mesa, me di cuenta entonces, estuvieran tomando manzanilla, en vaso grande, de la vomitona de la que fueron víctimas al meterse una magdalena entera en la boca y engullirla sin apenas masticar.
Bueno, todos creyeron en esa versión de la confusión, pero yo no.
A mí, ya no me engañaba. Ya sabía desde hacía tiempo que buscaba la fórmula de deshacerse de nosotros, poco a poco, sibilinamente, para vivir feliz con su … su… bebé cuando naciera hacia finales de noviembre.
La ira, (el hambre me cegó), cuando tengo hambre pierdo totalmente los papeles, capaz me veo de matar y todo, hizo que me levantara decidida a seguirla para vengarme.
La abuela fue más rápida, y no sé como, porque mira que tenía el pelo corto, después de mis aventuras con los chiclés, me agarró por ellos y a fuerza de dolor puro y duro me hizo sentar de nuevo.
Mi mirada feroz la puso sobre aviso y se parapetó detrás de su hijo, Rufino. Desde allí y lo suficientemente lejos de mi airado malestar me aleccionó de lo que iba a ser mi vida a partir de aquel mismo instante.
Fue terrible, doloroso, humillante, repulsivo a veces, pero con el tiempo vi, compungida como se convertía en la más absoluta realidad.
Madre del amor hermoso! Aquí escribiendo se me ha ido el santo al cielo, tengo que dejaros…. pero mañana más. Os contaré como día a día, semana tras semana, mes seguido de otro mes mi vida se ha convertido en un sinvivir que me está matando. Vooooooyyyyy…!!!! Arrrrrrgggggggggsssssssss…!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

lunes, 15 de octubre de 2012

EL TRASLADO!!!


Hoooolaaaa…! ¿Queda alguien por ahí?... Sí…! Qué majos que sois…snurrrfsss…. churrrssssffffissshhh…! Ay!!!.
Lo sé, lo sé, dejaros como lo he hecho no merece ni que me miréis a la cara, pero es que sinceramente, no he tenido alma ni para moverme.
A ver si me acuerdo… Ah! Ya… ya lo tengo, os dejé después de que la abuela Rufina pusiera el Ejército del Zar a trabajar (más que remeros en galeras) y todos, es decir… mi padre, su mujer, (lo siento desde que va deambulando con esa panza no me sale llamarla de otra manera) la abuela Rufina, mi hermano el que trabajaba (poco y menos ganaba) el otro (el parao) y una servidora (Violeta Davinia  y nunca lo sabréis) caminito del pueblo, cargados como burros, pero burros de los de antes, de los que llevaban el botijo colgando, pues de esos.
La llegada al pueblo fue sonada, y digo sonada, porque todo lo que habíamos conseguido comprimir en la furgoneta que mi padre alquiló, tan pronto abrimos las puertas traseras, salio desparramándose por el asfalto y haciendo un ruido similar al que hacían las bombas en la guerra civil (eso fue lo que dijo Aurorita la vecina de la casa de enfrente) cuando salió, escoba en ristre dispuesta a enfrentarse a todos los demonios, que eran muchos, que cada día la acosaban.
Curiosa Aurorita. Me fascina. Ya no cumpliría los 70, no. Hacía tiempo que los había superado y seguían llamándola así: “Aurorita” me llegan a poner ese nombre y llamarme así y me deshijo fijo.
Vale, vale, es que me voy… pero, entendedme coñe! que es mucho lo que he pasado, como para que ahora pueda contarlo todo así de golpe.
Debo aclarar que nuestra llegada al pueblo se produjo a las 5 de la madrugada. Hora en la que aún no había cargado la escopeta ni el aguacil, el Bartolo, muy buena persona, pero bruto, hasta decir basta. Decía que era la Autoridad y que por eso llevaba un arma.
Eso sí, los cartuchos estaban vacíos, es decir sin pólvora. No preguntéis. Forma parte de esa especie de leyenda pueblerina que  todos mantienen como en secreto, pero que nadie sabe por que existe.
El día, bueno la madrugada de la llegada hasta la puesta del sol transcurrió en un loco ir y venir de la furgoneta a la casa, de la casa a la furgoneta, agacharse, recoger, tirar, romper, reñir, llorar… un lío tan gordo que yo me perdí.
Sí, me perdí en los escasos cinco metros que separaban la furgoneta de la entrada a la casa, en un momento dado, algun resorte de mi mente se estropeó y me perdí.
Me encontró mi hermano (el parao) dando vueltas sobre mí propio eje, ya de forma algo elíptica, me empezaba a marear, babeando, llorando y pidiendo a gritos que me trajeran a mi Panxo.
Panxo fue y será siempre el amor más grande de mi vida. Un peluche que no se sabía muy bien a que animal representaba. Una mezcla entre koala, oso panda, canguro y burro precioso. Me dormía mordiéndole las orejas, por lo que al final su cara empezaba justo a la altura de la nariz. Noches enteras sin dormir les costó a mis padres su muerte. Muerte atroz en la lavadora. Centrifugándolo sin parar, yo lo quería seco, no mojado.
Bueno… que me vuelvo a ir… pero bueno tampoco es tan malo, porque tengo tanto, pero tanto que contaros, que porque, hoy, en el primer día de nuestro reencuentro os hable de mí tampoco pasa nada.
Ya me conocéis, no suelo ser de esas personas que sólo les importa su vida y a los demás que les den! Ni de lejos soy yo así.
Bueno, igual, algo sí. Pero yo lo llamo sinceridad.
Pues eso, mi hermano (el parao), me paró me llevó dentro de la casa y me sentó en una silla en la cocina.
Acertó a pasar por allí la “señora embarazada” y al verme, parece ser que tenía la cara de color limón, tuvo la delicadeza de preocuparse, a buenas horas, por mí y me preguntó que cuánto hacía que no comía.
Yo no recuerdo nada más, pero cuentan, aunque ya sabéis que en mi familia son unos exagerados, que los ojos empezaron a girar en sus órbitas y una babilla me colgaba de la boca y que, al parecer, intenté morder el brazo de mi hermano al tiempo que gritaba: “Pan, quiero pan y agua”, hasta los esclavos romanos tenían derecho a eso.
Se ve que con tanto jaleo, ni me enteré de que todos, absolutamente todos habían desayunado, comido y merendado y ni cuenta se dieron cuenta de que yo no estaba allí.
Tal era el trance profundo en el que me habían sumido las circunstancias que mi olfato, muy hábil en esas cuestiones, no percibió los efluvios emanados de los alimentos que, sin vergüenza alguna, “ellos” se habían tragado.
La verdad es que no hay mal que por bien no venga. Me trataron como a una reina, bebida, (coca-cola) y comida, mucha y buena, croquetas de la abuela, chorizo, lo agarré con una mano y a mordisco limpio no lo solté hasta que sólo quedó el colgajo con la etiqueta, y demás cosas que me habían estado prohibidas durante meses.
Claro, después de tal comilona, me dormí allí mismo, encima de la mesa.
Entre los tres hombres de la familia me llevaron a mi cama y allí permanecí durante 24 horas seguidas sin despertarme ni para hacer pis, según cuentan, me levantaba dormida, iba al WC, pasaba por la cocina cogía lo primero que me parecía comestible, así fue como me comí un melocotón de cera, y volvía a la cama.
Cuando al fin desperté, todo estaba ya en su sitio y a excepción de las suspicaces miradas que me lanzaban, no hubo ningun otro signo de que pensaran que todo había estado premeditado.
¡Desde luego ni de la familia puedes fiarte!, lo que son capaces de imaginar. Pensar mal de mí.
En fin, ya situados, hasta mi ropa estaba colgada en el armario, se ve que “en sueños” vociferé que hicieran el favor de colgar bien mi camisa preferida, pero fue eso… “en sueños”… por hoy os dejo, con la firme y esta vez real promesa de que mañana más, y al otro, y al otro… porque es un empezar para no acabar… Ya veréis ya… la realidad supera la ficción del más loco e imaginativo
cerebro conocido.
Nos vemos… ¡eh! no vayáis a dejarme plantada. Mañana más.